Los nodos lunares, al igual
que los planetas, poseen su propio ciclo. Dicho ciclo es de 18 años, es
decir que los nodos tardan un año y medio en atravesar un signo por
término medio.
Cada 18 años, por
consiguiente, los nodos regresan a las posiciones que ocupaban en el
tema natal. Para el ser humano, finaliza así una fase experimental. Es
hora de sintetizar las experiencias y de tomar un nuevo rumbo. Los
valores desarrollados durante el ciclo anterior ya se perciben como
suficientes en el plano de la evolución psicológica. El individuo aspira
al cambio.
Este proceso es comparable a
la relación solilunar en la carta, en la cual el psiquismo pasa por
fases de larga duración antes de renovarse. De esta forma, existen
varias fases de maduración asociadas con los nodos lunares que coinciden
con sus retornos cíclicos y que le dan una coloración particular a cada
gran período de la existencia.
Los períodos cíclicos del nodo norte
A causa de la irregularidad
del ciclo de los nodos lunares es importante comprobar la fecha exacta
en que vuelven a sus posiciones iniciales o pasan por un punto
especialmente kármico.
a) Primer ciclo: de 0 a 18 años
A través de este ciclo, a
través de los tránsitos de los nodos lunares por las posiciones
planetarias de la carta natal, el niño y, más tarde, el adolescente, se
percata de cómo es el esquema vital que se le propone. El recién llegado
experimenta su medio natal, las relaciones padre/madre,
hermano/hermana, y se hace eco de ese mundo externo donde intentará
ejercer su acción y hallar las respuestas correspondientes a las
implicaciones psicológicas de su carta. Se trata de una fase de
aprendizaje durante la que cada planeta transitado por los nodos libera
su contenido kármico y despierta las capacidades de adaptación a la vida
de la conciencia. El ser, inconscientemente, está tomando las medidas
de su dimensión evolutiva. Los nodos lunares establecen las bases de
identidad actual.
b) Segundo ciclo: de 19 a 36 años
Sobre la base de su toma de
conciencia anterior el individuo ha de definir sus relaciones con los
demás. Desde este momento, la evolución comienza a obrar en él a través
del proceso de manifestación consciente de la personalidad. Durante esta
fase se revelan los bloqueos, los impulsos y las reacciones sobre las
que el individuo habrá de trabajar a lo largo de su vida. Conociendo
cuáles son sus valores afectivos y de relación, tal y como quedaron en
sus vidas anteriores, el sujeto aprende en qué medida es capaz de dar y
recibir.
Esta es una fase de tipo
escorpiana, de crecimiento psíquico. La persona expresará su voluntad de
perpetuarse mediante la pulsión de dar la vida. Durante esta fase Marte
propiciará visiblemente las recaídas kármicas que estén señaladas en la
carta y favorecerá la realización de objetivos materiales o, por el
contrario, pondrá al individuo frente a sus imperativos de origen
kármico. La manera de vivir del sujeto y la respuesta que le dé a las
demandas marcianas completarán su concienciación individual. La memoria
antigua se actualiza a través de una actitud activa de autoafirmación y
de realización personal. Este es el momento de vivir nuestro karma, de
descubrirlo y de asumir las responsabilidades pertinentes.
c) Tercer ciclo: de 37 a 54 años
Ahora se produce la
consolidación de los conocimientos adquiridos durante los primeros
ciclos. El ser se ve obligdo a hacer un proyecto vital. Si su objetivo
vital es la extroversión y la vida social, tendrá que definir cuáles van
a ser los medios que utilizará y conocer cuál es la dimensión real de
sus relaciones con los demás. Si, por el contrario, su objetivo vital es
la introversión, la búsqueda personal y la vida interior, lo que tendrá
que hacer es establecer sus valores filosóficos y consagrar sus
energías a desarrollarlos. El trabajo se realiza fundamentalmente sobre
la autoimagen. Esta es una fase evolutiva de tipo uraniano en la que
cada cual ha de fijar los límites de las implicaciones y de las
responsabilidades que piensa aceptar.
d) Cuarto ciclo: de 55 a 72 años
Para la mayoría de nosotros
este es el último ciclo de nuestra vida en la Tierra. El sujeto ha de
restituir a la sociedad (para bien y para mal) la experiencia que ha ido
acumulando. Cada cual podrá dar lo que haya sido capaz de comprender y
recibirá la correspondiente sanción del mundo exterior. Esta es la etapa
de la transmisión, de la continuidad de los valores, de la sabiduría.
En nuestro mundo es
prácticamente imposible realizar esta transmisión de la misma forma que
se ha hecho desde tiempos ancestrales. El abuelo que nos lega la
sabiduría de los "Antiguos" está en vías de desaparición, incluso en las
sociedades orientales. Hoy, una persona no tiene posibilidades reales
de ser feliz en esta fase si durante los ciclos previos no ha estado
verdaderamente centrada en su desarrollo personal, si no ha vivido con
cierta serenidad, si no ha tenido voluntad de alcanzar la plenitud, para
sí mismo y para los demás. Si los valores del corazón no estaban lo
suficientemente establecidos al comenzar este ciclo, si la persona
todavía no era consciente de sus objetivos evolutivos a los 55 años,
entonces el ciclo que se abre puede llegar a ser especialmente difícil.
En cualquier caso, el individuo deseará transmitir sus conocimientos,
hacerse oír. Queda por determinar si realmente tiene algo que decir. El
mensaje ha de ser emitido no como un consejo, ni como un juicio basado
en una sabiduría frecuentemente ilusoria, sino con sencillez y claridad,
en términos pacíficos, tratando de propiciar el aprendizaje vital de
los más jóvenes.
Es de temer que si durante
los tres ciclos precedentes el sujeto no ha vivido en otro plano que en
el de la "mentalización", no haya cultivado más valores que el
egocentrismo, las exigencias personales, los rechazos afectivos, el
rencor, el odio... En tal caso tendrá pocas posibilidades de transmitir
algo y de ser escuchado. Lo que se le pide es que ofrezca su propio
mensaje filosófico, que ofrezcalo que haya desarrollado en sí mismo.
e) Quinto ciclo: de 73 a 90 años
Esta es la edad de la
transición, el momento de prepararse para el pasaje. Se considera que el
individuo ya no tiene que desarrollar ninguna actividad externa. Ahora
ha de analizar sus experiencias desde una perspectiva filosófica, con
desapego.
Por desgracia, estas personas
casi siempre están amenazadas por la soledad y por el miedo a quedarse
sin recursos. Por ello, más que en serenarse, más que en alcanzar la
luz, tienen que pensar en la forma de preservar sus bienes materiales.
La plenitud y la alegría de vivir dependerán esencialmente de cómo se
hayan asimilado los cuatro ciclos precedentes desde el punto de vista de
los valores humanos.
Quienes tienen la suerte de
poder vivir en el quinto ciclo sin los agobios de la senectud y con un
espíritu todavía activo y dinámico, tendrán la posibilidad de saldar una
parte del karma que hayan engendrado durante su actual existencia.
¿Cómo? Adoptando una filosofía positiva y eliminando todos aquellos
valores que no valga la pena conservar. Este es el momento, o debería
serlo, de la "limpieza personal", de la sonrisa y del desapego. Es la
fase neptuniana de transformación.
He aquí las asociaciones de los planetas con las sucesivas etapas kármicas:
Ciclo 1: Luna/Sol/Mercurio (ser vital y espontáneo)
Ciclo 2: Venus/Marte/Júpiter (ser psíquico y social)
Ciclo 3: Saturno/Urano (ser mental y ego)
Ciclo 4: Urano/Neptuno (restitución y formulación)
Ciclo 5: Neptuno/Plutón (desapego, transformación y muerte)
Los tránsitos de los nodos
por los planetas natales constituyen los momentos álgidos de estos
ciclos. Cuanto más cerca esté el nodo norte de un planeta más
rápidamente tomará cuerpo la idea de que se está entrando en una nueva
etapa. Lo ideal es tener el nodo norte encuadrado entre dos planetas,
porque de esa manera el primero nos hace ver la necesidad de llevar a
cabo la transformación y el segundo nos permite realizar conscientemente
el nuevo proyecto, un proyecto que durará 18 año.