sábado, 5 de mayo de 2012

La Carta Astral

La Carta Astral es tan personal que para realizarla necesitamos 3 datos imprescindibles: fecha, hora y lugar de nacimiento.Con estos datos conocemos la representación gráfica de cada planeta en el momento del nacimiento: signos, casas, aspectos…son informaciones básicas que se interpretan y que nos dan una descripción exhaustiva del carácter, de las habilidades y también de los puntos débiles o retos que se le presentan a la persona.
Pero y luego, ¿qué? Esos retos y dificultades, ¿cómo se transforman? ¿Cómo se potencian las habilidades y fortalezas?
La interpretación de la carta natal permite tomar conciencia del potencial a desplegar a lo largo de nuestra estadía en el mundo.
Se pueden observar nuestras tendencias y predisposiciones, el modo de ponernos en marcha cuando vamos a comenzar algo, nuestra manera de hacer cuerpo y de generar recursos, nuestra forma de vincularnos, de comunicarnos, la manera en que hacemos casa, el entorno en que se desarrolló nuestra infancia, la vocación, el modo en que nos conectamos con lo multidimensional, los valores y creencias, la aptitud para integrarnos en grupos, la manera en que hacemos prisiones, la capacidad para el silencio y la espiritualidad.
Como se podrá observar, esto no tiene nada que ver con todo lo que se difunde superficialmente como astrología en los medios masivos de comunicación, los que lejos de transmitir la verdadera esencia de este lenguaje sagrado, trabajan incesantemente en pro de su descrédito.
Ante todo, la astrología nos lleva a comprender que la vida es un proceso del cual nosotros somos parte.
La carta natal es un instrumento para construír una manera de mirar la realidad y transitar por la vida. Los signos zodiacales nos hablan de este proceso y nos ayudan a comprenderlo.
Cada signo es un espacio y un momento (fase) del proceso mayor llamado Zodíaco (el Círculo de la Vida). Y es inevitable transitarlos a todos, tanto en forma secuencial como simultánea.
Por lo tanto, pese a que nos identificamos únicamente con nuestro signo solar – el signo que corresponde al día del cumpleaños -, nos constituyen los doce signos zodiacales.
La carta natal es, entonces, la encargada de ayudarnos a develar este misterio.

El Ascendente

Hoy es frecuente que muchas personas conozcan su Ascendente aunque nunca se hayan hecho una carta natal, ya que existe mucha información para realizar su cálculo.

Para interpretar el Ascendente como el propósito del alma, se deberán considerar los regentes esotéricos de los signos zodiacales, que difieren de los regentes exotéricos indicados por la astrología convencional.

Destino y Libre Albedrío

El enigma del destino y del libre albedrío ha dejado perplejos a los más grandes pensadores que haya conocido la historia del hombre. De igual manera que la filosofía y la religión, la astrología se ha trabado en lucha con este enigma y ha intentado expresarlo en su propio lenguaje, como respuesta a la cuestión de si existe realmente algo a lo que se pueda llamar una “opción”.

El destino y el libre albedrío son problemas filosóficos capitales, pero que no sólo tienen que ver con la especulación metafísica, sino también con las pautas de nuestras relaciones. ¿Qué tipo de elección se opera cuando alguien se enamora? ¿Cuál es la elección implícita en el nacimiento de un niño, que en sí mismo lleva su propio temperamento innato, el cual puede o no desarrollarse de acuerdo con los designios de sus padres? ¿Qué clase de elección tiene uno cuando su pareja lo abandona, pese a sus más nobles esfuerzos por mantener intacta la relación? ¿Y qué papel desempeña la elección en el daño que con tanta frecuencia provoca una niñez difícil, y que para desenmarañarlo nos cuesta, en ocasiones, una vida entera de lucha?

Hay personas que prefieren creer que todo en la vida es azar y está sometido exclusivamente a los caprichos de la casualidad. Este es un punto de vista tranquilizador en cierta medida, porque mitiga la carga de la responsabilidad personal. También hay personas –y en Oriente se las cuenta por millones- que creen que la vida fluye totalmente de acuerdo con la predestinación derivada del karma de cada uno, de los efectos de causas que arraigan en encarnaciones pasadas; y esta posición también es consoladora, porque lo absuelve a uno de responsabilidad en el presente. Finalmente, hay quienes creen que la propia voluntad es el factor determinante de nuestro destino, y ésta es una actitud un poco menos reconfortante, porque habitualmente la vida nos pone frente a cosas que no es posible alterar por un esfuerzo de la voluntad, ni siquiera de la más poderosa.

Evidentemente, en muchos de nosotros hay una especial renuencia a hacer frente de manera creativa a esta cuestión del destino y el libre albedrío, ya que profundizar demasiado en ella sería el equivalente de asumir una responsabilidad para la cual no estamos preparados, e incluso, quizás, ni siquiera equipados. Sin embargo, debemos creer hasta cierto punto en el poder de la elección porque sin ella nos hundimos en el desvalimiento y la apatía, y debemos tener cierta fe en las leyes mismas de la vida que nos guían, para que con su funcionamiento no nos dejen irreparablemente destruídos.

El problema del destino y del libre albedrío está en la base de uno de los conceptos erróneos de más difusión popular en astrología. Y eso se debe en gran parte a que en el nivel popular hay muy poca comprensión de lo que la astrología tiene que decir al respecto. Hemos visto ya cómo sus proyecciones inconcientes pueden llevar a un individuo a enfrentamientos, relaciones y situaciones que, aunque asuman un cariz de destino, están reflejando su propia lucha por llegar a la conciencia de sí mismo. Una breve consideración de cómo funciona la sombra, las imágenes de los padres que residen en las profundidades de la psique, las energías dinámicas del Anima y del Animus, pueden ayudar a iluminar la extraña paradoja que expresa Novalis al afirmar que el destino y el alma son una y la misma cosa. La carta natal es la semilla, y es verdad que de las semillas de pera nacen perales; nos asombraría que fuese de otra manera. No es difícil ni siquiera para el pensador pragmático apreciar que el horóscopo natal no es más que el reflejo de una reserva de potencialidades que – y esto depende de su nivel de conciencia - el individuo puede utilizar para actualizar el mito que es su propia vida.

El Ciclo de los Nodos Lunares

Los nodos lunares, al igual que los planetas, poseen su propio ciclo. Dicho ciclo es de 18 años, es decir que los nodos tardan un año y medio en atravesar un signo por término medio.
Cada 18 años, por consiguiente, los nodos regresan a las posiciones que ocupaban en el tema natal. Para el ser humano, finaliza así una fase experimental. Es hora de sintetizar las experiencias y de tomar un nuevo rumbo. Los valores desarrollados durante el ciclo anterior ya se perciben como suficientes en el plano de la evolución psicológica. El individuo aspira al cambio.
Este proceso es comparable a la relación solilunar en la carta, en la cual el psiquismo pasa por fases de larga duración antes de renovarse. De esta forma, existen varias fases de maduración asociadas con los nodos lunares que coinciden con sus retornos cíclicos y que le dan una coloración particular a cada gran período de la existencia.

Los períodos cíclicos del nodo norte
A causa de la irregularidad del ciclo de los nodos lunares es importante comprobar la fecha exacta en que vuelven a sus posiciones iniciales o pasan por un punto especialmente kármico.
a) Primer ciclo: de 0 a 18 años
A través de este ciclo, a través de los tránsitos de los nodos lunares por las posiciones planetarias de la carta natal, el niño y, más tarde, el adolescente, se percata de cómo es el esquema vital que se le propone. El recién llegado experimenta su medio natal, las relaciones padre/madre, hermano/hermana, y se hace eco de ese mundo externo donde intentará ejercer su acción y hallar las respuestas correspondientes a las implicaciones psicológicas de su carta.  Se trata de una fase de aprendizaje durante la que cada planeta transitado por los nodos libera su contenido kármico y despierta las capacidades de adaptación a la vida de la conciencia. El ser, inconscientemente, está tomando las medidas de su dimensión evolutiva. Los nodos lunares establecen las bases de identidad actual.
b) Segundo ciclo: de 19 a 36 años
Sobre la base de su toma de conciencia anterior el individuo ha de definir sus relaciones con los demás. Desde este momento, la evolución comienza a obrar en él a través del proceso de manifestación consciente de la personalidad. Durante esta fase se revelan los bloqueos, los impulsos y las reacciones sobre las que el individuo habrá de trabajar a lo largo de su vida. Conociendo cuáles son sus valores afectivos y de relación, tal y como quedaron en sus vidas anteriores, el sujeto aprende en qué medida es capaz de dar y recibir.
Esta es una fase de tipo escorpiana, de crecimiento psíquico. La persona expresará su voluntad de perpetuarse mediante la pulsión de dar la vida. Durante esta fase Marte propiciará visiblemente las recaídas kármicas que estén señaladas en la carta y favorecerá la realización de objetivos materiales o, por el contrario, pondrá al individuo frente a sus imperativos de origen kármico. La manera de vivir del sujeto y la respuesta que le dé a las demandas marcianas completarán su concienciación individual. La memoria antigua se actualiza a través de una actitud activa de autoafirmación y de realización personal. Este es el momento de vivir nuestro karma, de descubrirlo y de asumir las responsabilidades pertinentes.
c) Tercer ciclo: de 37 a 54 años
Ahora se produce la consolidación de los conocimientos adquiridos durante los primeros ciclos. El ser se ve obligdo a hacer un proyecto vital. Si su objetivo vital es la extroversión y la vida social, tendrá que definir cuáles van a ser los medios que utilizará y conocer cuál es la dimensión real de sus relaciones con los demás. Si, por el contrario, su objetivo vital es la introversión, la búsqueda personal y la vida interior, lo que tendrá que hacer es establecer sus valores filosóficos y consagrar sus energías a desarrollarlos. El trabajo se realiza fundamentalmente sobre la autoimagen. Esta es una fase evolutiva de tipo uraniano en la que cada cual ha de fijar los límites de las implicaciones y de las responsabilidades que piensa aceptar.
d) Cuarto ciclo: de 55 a 72 años
Para la mayoría de nosotros este es el último ciclo de nuestra vida en la Tierra. El sujeto ha de restituir a la sociedad (para bien y para mal) la experiencia que ha ido acumulando. Cada cual podrá dar lo que haya sido capaz de comprender y recibirá la correspondiente sanción del mundo exterior. Esta es la etapa de la transmisión, de la continuidad de los valores, de la sabiduría.

En nuestro mundo es prácticamente imposible realizar esta transmisión de la misma forma que se ha hecho desde tiempos ancestrales. El abuelo que nos lega la sabiduría de los "Antiguos" está en vías de desaparición, incluso en las sociedades orientales. Hoy, una persona no tiene posibilidades reales de ser feliz en esta fase si durante los ciclos previos no ha estado verdaderamente centrada en su desarrollo personal, si no ha vivido con cierta serenidad, si no ha tenido voluntad de alcanzar la plenitud, para sí mismo y para los demás. Si los valores del corazón no estaban lo suficientemente establecidos al comenzar este ciclo, si la persona todavía no era consciente de sus objetivos evolutivos a los 55 años, entonces el ciclo que se abre puede llegar a ser especialmente difícil. En cualquier caso, el individuo deseará transmitir sus conocimientos, hacerse oír. Queda por determinar si realmente tiene algo que decir. El mensaje ha de ser emitido no como un consejo, ni como un juicio basado en una sabiduría frecuentemente ilusoria, sino con sencillez y claridad, en términos pacíficos, tratando de propiciar el aprendizaje vital de los más jóvenes.
Es de temer que si durante los tres ciclos precedentes el sujeto no ha vivido en otro plano que en el de la "mentalización", no haya cultivado más valores que el egocentrismo, las exigencias personales, los rechazos afectivos, el rencor, el odio... En tal caso tendrá pocas posibilidades de transmitir algo y de ser escuchado. Lo que se le pide es que ofrezca su propio mensaje filosófico, que ofrezcalo que haya desarrollado en sí mismo.
e) Quinto  ciclo: de 73 a 90 años
Esta es la edad de la transición, el momento de prepararse para el pasaje. Se considera que el individuo ya no tiene que desarrollar ninguna actividad externa. Ahora ha de analizar sus experiencias desde una perspectiva filosófica, con desapego.
Por desgracia, estas personas casi siempre están amenazadas por la soledad y por el miedo a quedarse sin recursos. Por ello, más que en serenarse, más que en alcanzar la luz, tienen que pensar en la forma de preservar sus bienes materiales. La plenitud y la alegría de vivir dependerán esencialmente de cómo se hayan asimilado los cuatro ciclos precedentes desde el punto de vista de los valores humanos.
Quienes tienen la suerte de poder vivir en el quinto ciclo sin los agobios de la senectud y con un espíritu todavía activo y dinámico, tendrán la posibilidad de saldar una parte del karma que hayan engendrado durante su actual existencia. ¿Cómo? Adoptando una filosofía positiva y eliminando todos aquellos valores que no valga la pena conservar. Este es el momento, o debería serlo, de la "limpieza personal", de la sonrisa y del desapego. Es la fase neptuniana de transformación.

He aquí las asociaciones de los planetas con las sucesivas etapas kármicas:
Ciclo 1: Luna/Sol/Mercurio (ser vital y espontáneo)
Ciclo 2: Venus/Marte/Júpiter (ser psíquico y social)
Ciclo 3: Saturno/Urano (ser mental y ego)
Ciclo 4: Urano/Neptuno (restitución y formulación)
Ciclo 5: Neptuno/Plutón (desapego, transformación y muerte)

Los tránsitos de los nodos por los planetas natales constituyen los momentos álgidos de estos ciclos. Cuanto más cerca esté el nodo norte de un planeta más rápidamente tomará cuerpo la idea de que se está entrando en una nueva etapa. Lo ideal es tener el nodo norte encuadrado entre dos planetas, porque de esa manera el primero nos hace ver la necesidad de llevar a cabo la transformación y el segundo nos permite realizar conscientemente el nuevo proyecto, un proyecto que durará 18 año.

Planetas Retrogrados

Los planetas retrógrados constituyen a menudo una incógnita para los astrólogos, hasta el punto de que la mayoría de ellos, sencillamente, no los interpretan o lo hacen apresuradamente. Se admite por lo general que el planeta retrógrado tiene dificultades para influir “normalmente” sobre los seres humanos, por lo que debe ser interpretado con cierta prudencia, la que en muchos casos se convierte en una laguna interpretativa.
Con respecto a la retrogradación sólo se poseen estudios recientes. Sus efectos, aunque podamos comprobarlos fácilmente en el análisis, no se conocen bien. Su interpretación fue formulada a principios del siglo veinte por una astróloga muy conocida, Alice D. Fowler, y por su contemporánea Irys Vorel. De pronto comprendieron la relación de las retrogradaciones con el fenómeno de la reencarnación, cuyas manifestaciones astrológicas fueron las primeras en analizar, al menos en Occidente. Efectivamente, hay que admitir una causa vital anterior para comprender cómo ha podido trabarse la energía del planeta retrógrado y el porqué de que unos planetas lleven la marca de la retrogradación y otros no.
Al parecer, las energías de los planetas retrógrados tienen en la mayoría una evolución contraria a lo que sería su manifestación normal. El sentido de su marcha, de hecho, es semejante al de los nodos lunares y opuesto al del Sol, por lo que no tenderán a las realizaciones exteriores, a la manifestación activa del planeta, sino a la introversión de su acción, a la interiorización. Los resultados visibles serán carencias y errores en lo que sería el comportamiento normal de un planeta directo. Existirá anormalidad, como si el funcionamiento del planeta estuviera falseado. Esta energía no está hecha para ser utilizada en el mundo exterior, tiene que ver con la mutación del ser. Sus tintes son de índole plutoniana.
Un planeta retrógrado, pues, es siempre un indicio de la necesidad de revisar la energía interiorizadora del planeta. Señala que en una vida anterior esta persona ha utilizado la influencia del planeta con fines personales y que en el momento actual le está vedada toda posibilidad de volver a caer en ese error.
Es como si un alumno repitiese curso con objeto de perfeccionar una asignatura sin la que no podría acceder al nivel superior. Esto le exigirá un esfuerzo mayor que el que realizaría otro alumno con más talento o más aplicado.
No hay que sufrir pasivamente los efectos de los planetas retrógrados, sino reorientarlos. El tema natal señalará la manera en que el individuo podrá llevar a cabo esta mutación. Las mayores posibilidades, las soluciones a los bloqueos, estarán indicadas por los trígonos o sextiles recibidos por el planeta retrógrado, y las casas en que dichos aspectos caigan nos indicarán en qué sectores específicos de la vida se experimentará esa mutación energética.
De acuerdo con la naturaleza energética del planeta, con su significación en todos los niveles evolutivos del ser y con la casa correspondiente, existirán divergencias en cada caso. Es imposible detallar aquí todas las vivencias que pueden presentarse. Pero si el astrólogo se orienta hacia el porqué de las retrogradaciones y no se limita simplemente a constatarlas, el sentido del tema le aportará los indicios necesarios. Es cosa suya tener la fuerza creativa psicológica y el conocimiento humano suficientes para deducir los diversos argumentos posibles.
Al analizar las retrogradaciones, habrá que distinguir muy bien aquellos aspectos armónicos recibidos por los planetas retrógrados que representen tendencias no perjudiciales o deseos formulados durante pasadas existencias que han encontrado una continuidad en la vida actual. Ciertos astrólogos ven en estos aspectos una especie de amortización de un comportamiento dañino para uno mismo y para los demás, un comportamiento que no ha llegado a anclarse verdaderamente en la personalidad y que puede corregirse con facilidad en la vida actual. Podría decirse que el sujeto está examinándose y que tiene buenas posibilidades de pasar al curso superior.
Por el contrario, los planetas retrógrados afectados por cuadraturas, quincuncios y sesquicuadraturas, señalan la repetición de varias vidas de idénticos fallos en el comportamiento social, afectivo, intelectual, psíquico o espiritual, los cuales están provocando un bloqueo bastante perjudicial en la vida cotidiana de la persona. Por considerarse obstinadamente a sí mismo como el centro del mundo, por no priorizar otros valores que los suyos propios, por su desprecio de los demás y de las leyes humanas y cósmicas, este individuo se ha puesto a sí mismo fuera de juego. En la actualidad está pagando la justa deuda que han producido sus errores, sufriendo el efecto de retorno de sus actos y pensamientos.
¿Podemos concluir que esta persona está condenada? No hay ninguna evidencia. Algunos astrólogos piensan que cuanto más fuerte es la coerción que se ejerza sobre ella, mayor será la oportunidad de redención. Este fenómeno es bien conocido por la astrología occidental. Una carta marcada por trígonos, sextiles y con pocos aspectos disonantes, tiende a producir un individuo afortunado, satisfecho de sí mismo y de los demás, y por ello mismo relativamente inactivo en el plano de la evolución personal y social. En cambio, una carta poblada de cuadraturas, especialmente si se dan entre planetas lentos y rápidos, provoca bloqueos tan intensos que la persona carece de la oportunidad de comprender las causas de sus errores y de las dificultades que la asaltan repetidamente. Un tema natal que posea un equilibrio entre cuadraturas altamente disonantes y trígonos y sextiles niveladores, dará personalidades activas, valerosas, que encuentran en sí mismas los recursos psicológicos necesarios para enfrentar la adversidad.
Una de las cuestiones más frecuentes que plantea la retrogradación consiste en saber si una persona, en su existencia actual, podría llegar a beneficiarse de la disminución o del cese de los efectos de los planetas retrógrados.
Cabe pensar que la acción de un planeta retrógrado se ejerce durante todo el tiempo que éste marcha en dirección contraria al Sol. En tal caso, las efemérides mostrarán, mediante el juego de las progresiones (cada día posterior al nacimiento equivale a un año de vida), el año en el cual el planeta retomaría su acción directa, favoreciendo la exteriorización de su energía. De esta manera, ciertas personas nacidas al iniciarse una retrogradación de un planeta cualquiera, se verían marcadas de por vida por este fenómeno, mientras que otras sufrirían el impacto de la retrogradación durante veinte o treinta años antes de liberarse del imperativo engendrado por el planeta en cuestión. El conocimiento de la fecha en que cesará la retrogradación es importante, evidentemente, porque cabe suponer que en ese momento la persona habrá alcanzado el objetivo implícito en la misma. Pero nos equivocaríamos al considerar que el individuo, entonces, tendría libertad para utilizar la influencia del planeta como si nunca hubiera estado retrógrado.
Nos equivocaríamos igualmente al pensar que una retrogradación duradera equivale a un encarcelamiento de por vida de la energía del planeta. El ser que ha nacido con la obligación de introvertir la energía de un planeta, ha de efectuar un trabajo importante en el plano psíquico, y ese trabajo dará sus frutos en cualquier caso. Un sujeto habituado a vivir en un clima particular de introspección, de desapego, de sabiduría más o menos forzada, no abandonará este comportamiento porque la retrogradación desaparezca. Los planetas retrógrados cambian algo en el ser de forma profunda, duradera y definitiva. El aprendizaje, forzoso a veces, tendrá continuidad en una disciplina que se habrá tornado voluntaria, y aún más si el individuo ha comprendido que la utilización de la influencia del planeta como energía vital es fuente de alegría, mientras que su perversión lo es de dificultades y desequilibrios.
Así, uno se libera de la acción coercitiva de la retrogradación cuando comprende su significado espiritual. Cuando la personalidad ha sido profundamente marcada por la experiencia vivida, integrándola y aceptándola. Nuevos patrones de comportamiento, nuevas orientaciones mentales, nuevos modos de relacionarse han sido adquiridos, y el ser “liberado” apenas si piensa en sacar partido de esta libertad. Unicamente quien experimenta la retrogradación como una prisión desea abandonarla, y por ello mismo tiene todas las posibilidades de permanecer en ella. Uno no se libera de la retrogradación, sino que se transforma cuando los viejos hábitos han sido abolidos.