sábado, 5 de mayo de 2012

Destino y Libre Albedrío

El enigma del destino y del libre albedrío ha dejado perplejos a los más grandes pensadores que haya conocido la historia del hombre. De igual manera que la filosofía y la religión, la astrología se ha trabado en lucha con este enigma y ha intentado expresarlo en su propio lenguaje, como respuesta a la cuestión de si existe realmente algo a lo que se pueda llamar una “opción”.

El destino y el libre albedrío son problemas filosóficos capitales, pero que no sólo tienen que ver con la especulación metafísica, sino también con las pautas de nuestras relaciones. ¿Qué tipo de elección se opera cuando alguien se enamora? ¿Cuál es la elección implícita en el nacimiento de un niño, que en sí mismo lleva su propio temperamento innato, el cual puede o no desarrollarse de acuerdo con los designios de sus padres? ¿Qué clase de elección tiene uno cuando su pareja lo abandona, pese a sus más nobles esfuerzos por mantener intacta la relación? ¿Y qué papel desempeña la elección en el daño que con tanta frecuencia provoca una niñez difícil, y que para desenmarañarlo nos cuesta, en ocasiones, una vida entera de lucha?

Hay personas que prefieren creer que todo en la vida es azar y está sometido exclusivamente a los caprichos de la casualidad. Este es un punto de vista tranquilizador en cierta medida, porque mitiga la carga de la responsabilidad personal. También hay personas –y en Oriente se las cuenta por millones- que creen que la vida fluye totalmente de acuerdo con la predestinación derivada del karma de cada uno, de los efectos de causas que arraigan en encarnaciones pasadas; y esta posición también es consoladora, porque lo absuelve a uno de responsabilidad en el presente. Finalmente, hay quienes creen que la propia voluntad es el factor determinante de nuestro destino, y ésta es una actitud un poco menos reconfortante, porque habitualmente la vida nos pone frente a cosas que no es posible alterar por un esfuerzo de la voluntad, ni siquiera de la más poderosa.

Evidentemente, en muchos de nosotros hay una especial renuencia a hacer frente de manera creativa a esta cuestión del destino y el libre albedrío, ya que profundizar demasiado en ella sería el equivalente de asumir una responsabilidad para la cual no estamos preparados, e incluso, quizás, ni siquiera equipados. Sin embargo, debemos creer hasta cierto punto en el poder de la elección porque sin ella nos hundimos en el desvalimiento y la apatía, y debemos tener cierta fe en las leyes mismas de la vida que nos guían, para que con su funcionamiento no nos dejen irreparablemente destruídos.

El problema del destino y del libre albedrío está en la base de uno de los conceptos erróneos de más difusión popular en astrología. Y eso se debe en gran parte a que en el nivel popular hay muy poca comprensión de lo que la astrología tiene que decir al respecto. Hemos visto ya cómo sus proyecciones inconcientes pueden llevar a un individuo a enfrentamientos, relaciones y situaciones que, aunque asuman un cariz de destino, están reflejando su propia lucha por llegar a la conciencia de sí mismo. Una breve consideración de cómo funciona la sombra, las imágenes de los padres que residen en las profundidades de la psique, las energías dinámicas del Anima y del Animus, pueden ayudar a iluminar la extraña paradoja que expresa Novalis al afirmar que el destino y el alma son una y la misma cosa. La carta natal es la semilla, y es verdad que de las semillas de pera nacen perales; nos asombraría que fuese de otra manera. No es difícil ni siquiera para el pensador pragmático apreciar que el horóscopo natal no es más que el reflejo de una reserva de potencialidades que – y esto depende de su nivel de conciencia - el individuo puede utilizar para actualizar el mito que es su propia vida.

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